¿Cuál es el anhelo común?

¿Cuál es el anhelo común?

La felicidad es el Santo Grial de los seres humanos, en especial ha sido la aspiración sentida de educadores y padres/madres, tanto ha sido su afán de alcanzarla y entenderla, que han pretendido desaparecer de las vidas de los niños y jóvenes cualquier ocasión de sufrimiento y preocupación; sin reflexionar, que también son importantes para encontrar alternativas, construir nuevas redes neurales de pensamiento, atender sus emociones, cambiar viejos hábitos y modificar el estilo de vida.

¿Por qué algunas personas (niños y jóvenes) son más felices que otras? Existen momentos de estrés, traumas o adversidades para todos, sin embargo, algunas, las toman con una posición más resiliente y empática, las perciben con más esperanza de solución, interpretan los hechos positivos o complicados y complejos como oportunidades de aprendizaje; en cambio, otras anhelan con ilusión sentirse felices y en calma en sus experiencias cotidianas, pero les resulta muy distante y difícil lograrlo. Creo que, a pesar de la percepción positiva que puedan tener nuestros protagonistas, tal parece ser que no es suficiente tan solo desear que la felicidad nos encuentre, sino que, se hace necesario comprenderla, tomar consciencia de todos los procesos mentales y emocionales que entran a ser parte de los seres humanos para alcanzarla.

Muchos de nosotros nos encontramos corriendo por la vida, persiguiendo la felicidad. El problema es que muchos no identificamos aún qué cosas serían las que podrían proporcionarnos felicidad.

Entonces, ¿qué necesitamos conocer y poner en práctica para ser felices? Para descifrar nuestro camino para encontrar la felicidad, quiero invitar al padre de la red de académicos de Psicología Positiva, quien ha realizado estudios sobre la ciencia de la Felicidad, Martin Seligman, nos explica que la felicidad no siempre depende de nuestro estatus social, nuestra religión o nuestra belleza física. La felicidad en realidad es una combinación única de lo que él llamó “fortalezas distintivas”, como el sentido de humanidad, la templanza, la persistencia y la capacidad de llevar una vida significativa (Seligman, 2000).

En esta oportunidad, quiero compartir la investigación que realizó Seligman con  un grupo de padres y maestros con los que mantuvo una gran conversación y les formuló dos preguntas:

1) ¿Qué quisieran para sus hijos?

2) ¿Qué aprenden sus hijos en la escuela?

Ante la primera interrogante, realiza una lista de respuestas en la que los padres comentan “que quieren que sus hijos sean felices”, “que tengan buenas relaciones”, “sean resilientes”, “encuentren alegría”, que se les abra estupendas oportunidades, y algunas cosas extraordinarias más.

Ante la segunda pregunta, sobre lo que sus hijos aprenden en la escuela, los padres y madres responden: matemática, historia, science, etc.; las asignaturas son relevantes para el desarrollo integral de los niños y jóvenes, sin embargo, no hay coincidencias entre la primera y la segunda lista, que nos detallan los interesados como lo esencial e importante, que apunta unánimemente a que sus hijos ¡logren ser felices!

Me pregunto, si las escuelas y los hogares en lugar de ignorar la primera lista, la tomaran en cuenta para entender el  papel que juega el sentirnos mal para alcanzar la felicidad;  lo esencial de atender nuestras emociones; tales como el  dolor, el enfado, los celos, la envidia, de manera atenta como trataríamos la alegría, la empatía, la resiliencia, como las emociones que están constantemente en nosotros e influyen continuamente en nuestras decisiones.

Cuando hablamos de decisiones, no solamente quiero referirme a las grandes decisiones, tales como, la profesión que queremos seguir, la pareja que vamos a elegir; el trabajo en el que vamos a emprender, sino en las pequeñas y cuotidianas decisiones, que nos permite a las personas estar presentes y reconocer que no somos perfectos, que estamos hechos para luchar, vivir con dignidad, amor y pertenencia; que sí rechazamos nuestras emociones, paradógicamente se quedan en nosotros, por lo que se hace esencial abrir nuestra mente para pensar que sólo los psicópatas y los muertos no son capaces de sentir nada, por lo que ¡si las sentimos!, podemos con ello, podemos hacerles frente y podemos darnos el permiso de “ser humanos”. 

Por lo que darnos el permiso de “ser humano”, es actuar con el ejemplo, se hace imprescindible, dejarnos ver, dejarnos ver la vulnerabilidad, para atender y reconocer, quienes somos, qué sentimos, las dificultades que se nos presentan en el día a día, comentarlas con nuestra familia, sin temor, abriendo nuestras mentes y corazón para conseguir nuevos hábitos y guías neurales diferentes, para hacer las cosas de otra manera más efectiva, conseguir nuevos resultados, por tan solo atrevernos a pensar que es posible.  

La auténtica felicidad no solo es posible, sino que, depende de pequeñas decisiones que nos permite estar presentes y agradecidos, apreciar a nuestra pareja, a nuestros hijos, apreciar nuestro trabajo, darnos un valor mayor que nos permita alcanzar nuestra mejor versión para conseguir un mundo en el que estás “tú”; estoy “yo”; y ese “NOSOTROS”,  que toma un hermoso significado en la construcción de relaciones íntimas, sólidas; relaciones reales que son determinantes para ser más felices. 

“La vida inflige los mismos contratiempos y tragedias en el optimista como en el pesimista, pero el optimista las resiste mejor” -Martin Seligman-

Qué sanador e importante sería incorporar el concepto de optimismo aprendido (Selligman, 2003), en las escuelas y en el hogar, en el conocimiento propio de nosotros mismos y en toda relación interpersonal. Concepto, que pone atención a las fortalezas de cada ser humano, a aquellos aspectos que les permite aprender, disfrutar, ser alegres, generosos, serenos, solidarios y optimistas, como esas características que queremos alcanzar para encontrar nuestra mejor versión, ser más equilibrados y felices.

En general, la felicidad tiene que ver con la interpretación que le damos a la vida para aprender y experimentar lo bueno y lo complejo a resolver, con consciencia, gratitud, y actitud optimista, creyendo que somos suficientes para vivir intensamente ese descubrimiento infinito de nuestro ser, estando presentes en  nuestras relaciones con mente y corazón.

Qué sanador e importante sería incorporar el concepto de "optimismo aprendido”, en las escuelas y en el hogar, en el conocimiento propio de nosotros mismos y en toda relación interpersonal. Concepto, que nos permite tomar atención en las fortalezas del ser humano, en  aquellos aspectos que les conecta a sus protagonistas a aprender, disfrutar, ser alegres, generosos, serenos, solidarios y optimistas; a ser más equilibrados, lograr mejores relaciones y ser más felices.

En general, la felicidad tiene que ver con la interpretación que le damos a la vida para aprender y experimentar lo bueno y lo complejo a resolver, con consciencia, espíritu y actitud optimista.

Jacqueline Ponce

Rectora Colegio Johannes Kepler

BIBLIOGRAFÍA

Seligman, M.E.P. & Peterson, C. (2003). Positive clinical psychology. En L.G. Aspinwall & U.M. Staudinger (Eds.). A Psychology of human strengths: Fundamental questions and future directions for a positive psychology (pp.305-317). Washington, D.C: American Psychological Association.

Seligman, M. & Csikszentmihalyi, M. (2000). Positive Psychology: An introduction. American Psychologist 55(1):5-14.  

Seligman, M.E.P. (2003). La auténtica felicidad. Barcelona, España: Vergara.